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¿Por qué en Chile deben ocurrir accidentes para que se tomen medidas preventivas?

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Enero 27, 2025

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Esta pregunta refleja una frustración legítima que muchos comparten cuando las tragedias en nuestro país parecen ser el catalizador de cambios que podrían haberse implementado con anticipación. Los accidentes que ocurren en ríos, playas, piscinas, y con embarcaciones son, en su mayoría, evitables si se aplicaran medidas preventivas claras y efectivas. Pero ¿por qué se permite que lleguemos a ese punto crítico:
En Chile, como en otros países, la cultura de la prevención no siempre está arraigada en la sociedad. Muchas veces no se actúa hasta que ocurre un incidente grave que pone en evidencia las falencias en seguridad. Esto ocurre porque:
La prevención no se percibe como prioritaria: Muchas personas subestiman los riesgos asociados a las actividades acuáticas o a los viajes en embarcaciones.
Confianza excesiva: Existe una creencia errónea de que “a mí no me pasará”, lo que lleva a la falta de atención a las normativas y advertencias.
Falta de educación: En general, la población carece de una educación amplia en seguridad acuática desde edades tempranas.
En Chile, como en otros países, las medidas de seguridad suelen implementarse como una reacción a una tragedia, en lugar de anticiparse a los riesgos. Esto puede deberse a:
Falta de recursos: La implementación de medidas preventivas requiere inversión en capacitación, infraestructura y fiscalización, algo que no siempre se prioriza en los presupuestos.
Descoordinación entre autoridades: En muchas ocasiones, no existe un trabajo conjunto y eficiente entre municipalidades, organismos de seguridad y las autoridades marítimas, lo que retrasa la toma de decisiones.
Baja fiscalización: Incluso cuando existen normativas claras, estas no siempre se fiscalizan adecuadamente, lo que deja espacio para negligencias o incumplimientos.
Falencias en la educación y concienciación
La falta de educación y campañas masivas sobre seguridad en el agua es un problema estructural. Pocos chilenos conocen las reglas básicas de seguridad acuática o entienden la importancia del uso de chalecos salvavidas, supervisión adecuada y respeto por las advertencias de marejadas o peligros en las playas.
Además, muchas campañas preventivas son estacionales, concentrándose solo en el verano, en lugar de ser un esfuerzo sostenido durante todo el año. Esto genera una conciencia preventiva limitada y poco efectiva.

Falta de regulación estricta y voluntad política
En muchos casos, las normativas que buscan prevenir accidentes acuáticos existen, pero no se implementan o no se actualizan conforme a los desafíos actuales. Ejemplos incluyen:
La falta de obligatoriedad y fiscalización del uso de chalecos salvavidas en embarcaciones turísticas.
Playas sin suficiente cobertura de salvavidas o con señalización inadecuada.
Piscinas públicas o privadas sin supervisión de personal calificado ni medidas de emergencia.
Muchas veces, estas deficiencias persisten debido a la falta de voluntad política para priorizar la seguridad frente a otros intereses económicos o administrativos.

Cambiar el enfoque hacia la prevención
Para evitar que estas tragedias sigan ocurriendo, Chile necesita dar un giro hacia la prevención activa, lo que implica:
Educación temprana: Incluir en los currículos escolares formación en seguridad acuática y primeros auxilios, para que las personas crezcan con una conciencia preventiva.
Campañas permanentes: Realizar campañas de educación y prevención durante todo el año, no solo en temporada alta.
Mayor fiscalización: Aumentar la presencia y acción de organismos reguladores en playas, piscinas y embarcaciones turísticas.
Inversión en infraestructura: Dotar a las playas de señalización clara, salvavidas suficientes y equipamiento de rescate.
Participación comunitaria: Involucrar a las comunidades locales en la promoción de la seguridad acuática, para que se conviertan en agentes activos de prevención.

Es inaceptable que tengan que ocurrir accidentes graves para que se tomen las medidas necesarias para proteger la vida de las personas. Cada tragedia es un recordatorio de las falencias que aún existen en educación, fiscalización y cultura preventiva. Pero también debe ser una oportunidad para cambiar el enfoque y priorizar la seguridad antes de que ocurra lo peor.
La vida de las personas no tiene precio, y cada esfuerzo preventivo, por pequeño que sea, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. No esperemos a la próxima tragedia para actuar. Es responsabilidad de todos, desde las autoridades hasta los ciudadanos, trabajar juntos para construir un país más seguro en el agua y fuera de ella.

LACB

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